No sé nada de la terquedad del viento,
ni del día que se extingue ante nosotros,
no sé nada del mar sembrando de espuma las arenas,
no sé por qué se hunden las palabras
y el silencio se expande como lengua de fuego.
A veces me preguntas si te quiero
y eso sí lo sé.
Sé del océano tranquilo en tus pupilas
y de tu mano firme, agarrando la mía.
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