No sé conjugar el desaliento.
Los cuerpos que tocamospermanecen en las yemas de los dedos
y sus nombres amados,ahora tan lejanos se van desvaneciendo y ya no importa.
La ciudad me es huidiza y ajena,
como aves que emigran empuñando distancias.
Es más fácil ahora sembrar la primavera
aunque sea el otoño quien me alberga.
Estoy al borde de una habitación sin ventanas, pero veo claramente el sendero.
Tu mano me acoge y me sostiene
ahora que se precipita el invierno.
El frío me cala hasta los huesos
y sé que he de partir, como las aves.
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