jueves, 6 de febrero de 2025

COMO LAS AVES

 No sé conjugar el desaliento.

Los cuerpos que tocamos
permanecen en las yemas de los dedos
y sus nombres  amados,ahora tan lejanos  se van desvaneciendo y ya no importa.
La ciudad me es huidiza y ajena,
como aves que emigran empuñando distancias.
Es más fácil ahora sembrar la primavera
aunque sea el otoño quien me alberga.
Estoy al borde de una habitación sin ventanas, pero veo claramente el sendero.
Tu mano me acoge y me sostiene
ahora que se precipita el invierno.
El frío me cala hasta los huesos
y sé que he de partir, como las aves.

ENERO

 Son los últimos días de Enero y el viento azota las ventanas.

Silba como si quisiera contar algo guardado mucho tiempo.
Sopla y el cielo está gris, como el día,
hay nubarrones también en mi cabeza
que amenazan lluvia intermitente.
Apenas pienso en la futura primavera
cuando el intenso verde tiña los campos
y la vida florezca nuevamente
y no haya árboles desnudos, bocas desnudas, cuerpos hambrientos.
Son los últimos días de Enero y el viento azota la memoria

ATARDECE

 Hoy he vuelto al Parque de la Florida,

a aquél momento en que el atardecer
con sus pasos dorados
proyectaba los últimos rayos del día
mientras yo caminaba sin prestar atención,
distraída en mis cosas
sin captar la magia de ese instante;

De aquel grupo que bailaba al ritmo de la música,
de aquel niño distraído con las hojas,
mientras su mochila reposaba en el suelo;

De aquella pareja paseando sus años,
cogidos de las manos conocidas.

Hay momentos de magia cotidiana,
que duran un segundo apenas,
que perdemos por la prisa,
por ir atribulados por la vida,
sin querer darnos cuenta de que la vida es eso:
Esos breves momentos regalados
que puede que regresen o no vuelvan.

Hoy he vuelto al parque,
a sentarme en un banco,
sin más pretensión
que degustar el instante⁷
en que caiga la tarde
y derrame su luz entre los árboles.

Vuelvo con más años y menos prisa,
con menos vista pero más entendimiento,
con muchos días cargados a la espalda.
Con la sonrisa presta y la atención  intacta.
No quiero que este atardecer
me pille desprevenida.

QUIERO

 


No, ya no quiero esta puerta cerrada a cal y canto,
quiero unos ojos sin barrotes recorriendo la extensa arena de una playa.
Da igual, de cualquier parte,
donde cada fragmento de mi cuerpo
se dispute las estrellas.
Quiero bailar por última vez al son del viento,
sepultar la máscara que cubre mi rostro,
quiero besar la eternidad y adentrarme en el mar con las manos desnudas,
quiero avanzar sin prisa, con la miel en los labios,
que el horizonte al fondo, con sus luces naranjas, me bese muy despacio
en mi último sueño.
Quiero decir adiós sin despedidas
mientras finjo que puedo apresar el tiempo,
aunque sólo me quede este mísero instante.

NO SÉ

 


No sé nada de la terquedad del viento,
ni del día que se extingue ante nosotros,
no sé nada del mar sembrando de espuma las arenas,
no sé por qué se hunden las palabras
y el silencio se expande como lengua de fuego.
A veces me preguntas si te quiero
y eso sí lo sé.
Sé del océano tranquilo en tus pupilas
y de tu mano firme, agarrando la mía.


NOCHE SIN LUNA

 Le vi  con el hocico bajo y los ojos tristes.

Aquél día había llovido sin compasión,
como los que le dejaron atado al quitamiedos de la autovía.
Estaba mojado y tembloroso y no supe o no quise dejarle allí,
tan desamparado como yo, en medio de aquella noche sin luna.
Le solté,al tiempo que desataba algunos de mis nudos
y le subí a mi coche sin apenas pensarlo.

Han pasado diez años desde entonces
y a veces me pregunto cómo podrán vivir
aquellos que le dejaron a su suerte.
No sé  si serían capaces de enfrentarse a sus ojos, llenos de amor y de bondad,
ausentes de rencor;
Cómo habrán continuado como si nada.

Desde aquél día el universo se expande
y salimos a cazar nubes y reímos juntos,
y apenas si quedan cicatrices
de nuestras mutuas heridas...
Apenas quedan restos de un pasado ya lejano...
Nos hemos curado mutuamente,
  porque yo lo salvé, 
pero aquella noche ya lejana,
yo tan solo iba buscando un precipicio.