Hace tanto, que no lo recuerdo,
no sé si fue invierno cuando descubrí
que cederle la mano a la noche
siempre es un derroche, sin un porvenir.
Que el reproche no sirve de nada
que de esta estocada también sanaré;
Que hay pañales envueltos en sedas
y es preciso pisar las arenas
movedizas, lamiendo mis pies.
Que la luna no es puente o cadena
la vida es espuela y el viento alacrán
que se empeña en mostrarme de lejos
el crudo reflejo de los que se van.
Transitando el aquí y el ahora
ya no me conformo con migas de pan,
que la suerte está echada en la huida
que en el fondo fui siempre un suicida
besando la boca de la soledad.
Inma Diez
No hay comentarios:
Publicar un comentario