Confieso que en un tiempo
vi mares en los charcos,
confieso que fui amante
de la melancolía
que alimenté el dolor,
que cedí ante el fracaso
confieso que fui esclava
que descendí al infierno
que le puse grilletes
a la risa, al deseo
confieso que los días,
fueron noches aciagas
que el espíritu libre
se alejó de mi lado
y viví sumergida
en parajes sombríos.
Confieso que vagué
negándome al olvido
dejando que anidara
la ira entre mis poros.
Confieso que ascendí
con los pasos inciertos
aún entumecida,
aún atribulada
que volví a renacer
de mis propias heridas
y que las cicatrices,
son parte de otra historia.
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