
Ya no quiso seguir con su locura
prendió fuego a los sueños sin sentido
llevó hasta el mar su último alarido
dejando entre las olas su amargura.
Ya no quiso vestirse de añoranza
y no volvió a abrazarse a otra quimera
atrás dejó su voz de plañidera
sembrando entre sus ropas la esperanza.
Atrás dejó su salto en el vacío
la soga corrediza que la ahogaba
las horas de quebranto en que vagaba,
la mano negra y fría del hastío.
Ya no quiso vivir la noche oscura
ya no quiso seguir soñando sola
y dejó entre la cresta de una ola
su tristeza, su llanto y su locura.