recorre su espalda
con el mismo mimo,
que lo haría
una amante.
Viento de poniente,
acaricia su rostro
con tu suave brisa
tranquilo y sin prisa,
para su deleite.
Mar lejano,
envuelve su cuerpo
con tu agua salada,
y en la madrugada
retenle su mano.
Que me sienta cerca
en sus horas bajas,
y al pensar en mi
comprenda que estoy,
aún en la distancia.
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