Me dormí entre sus brazos
y desperté entre dudas,
¡qué albergue tan ingrato
para la piel desnuda!
¡Qué ojos tan lejanos
hilvanados de ausencia!
¡qué amor tan desolado!
que se vistió en la noche
con caricias urgentes
y desgranó las horas
entre besos y versos.
Maldita madrugada
que acechó nuestros cuerpos
extenuados y unidos
fue tejiendo mareas
diseñando distancias
y al mirarnos de frente,
sólo vimos pasado.
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