
No fulmines mis sueños
ni acalles mi latido
ni extingas este fuego
que crece entre nosotros.
No permitas que muera
doliente entre tu olvido
no dejes que me mate
el pie de la añoranza.
Escúlpeme en tu alma
cincélame en tu anhelo,
invítame a quedarme
ceñida entre tu sangre.
No ahogues este amor
atribulado y loco
que mora en el silencio,
nutriéndonos las horas.
No dejes que el destino
nos empuje a su antojo,
no enciendas en mi pecho
la noche malherida.
Déjame que camine
pegada a tu costado,
y esparza entre tu niebla
el sol de la esperanza.
No dejes que sea humo
ni piedra en el estanque,
ni orilla en el camino
ni aire que se aleja.