de tu voz de niebla,
tu reflejo ausente
se alejó en la senda.
Nos ahuyentó el miedo
a la indiferencia.
Nos ahogó los ojos,
la infinita espera.
Echó sus raíces
ésta enredadera,
que nos cubre el alma
de dolor y pena.
Nos dejó vacíos
de aire y de tierra.
Despojó las manos,
descarnó la ausencia.
Y ahora estremecidos
sentimos la hiedra,
trepando impasible,
los muros de piedra.
Es precioso.
ResponderEliminarPareciera que pudiera sentir la caricia, el tintineo quebrado e intangible de esa voz de niebla.
Pareciera que pudiera sentir el frío... la ausencia...
GRACIAS POR TUS COMENTARIOS, RAMON.
ResponderEliminarSALUDOS,
Inma