miércoles, 9 de octubre de 2024

OTOÑO

 Tal vez morir sólo sea

Un cambio de estación,  un hasta luego

mirar caer las hojas contra el suelo

la desnudez del árbol,

las gotas de agua resbalando

por la suave corteza

con la única certeza de alejarse,

dejando atrás las horas del amparo

la impaciencia, las angostas calles

el viento del otoño, los aromas,

y volver a ser soledad, tierra mojada

la gota de rocío,

la brisa que celebra el infinito

mientras anuncia el invierno cercano,

la escarcha que envuelve nuestro nombre.

LA ABUELA

 


De la abuela recuerdo

sus ropajes siempre de luto riguroso,

de ir enlazando muertes y penurias 

su boca menguada de sonrisas

tal vez por el hambre acuciante,

tal vez por los hijos que nunca estrenaron,

y llevaron la ropa limpia y remendada,

como remendaron las penas

y buscaron consuelo al calor de la lumbre,


De la abuela me quedan

aquellos cocidos de amor y poco aceite,

los equilibrios para que alcanzaran

 los panes para todos 

aquella "sopa de peces y los peces en Guadiana"

cuando apenas había que llevarse a la boca,

que  no fueran desdichas y tristezas.


Pero ella supo dar lo que no tuvo

cantó las nanas que no le cantaron,

arrulló a sus nietos, nos cubrió de besos

contó  mil historias y ocultó su pena

como ocultaba dulces en el bolsillo del delantal

para dar a los pequeños de la casa.


De la abuela me quedan

historias de la guerra 

y el miedo prendido entre las carnes

cuando escuchaban llamadas a otras puertas

y ya nunca se supo del vecino

al que tragó la tierra

y nadie volvió a decir nunca su nombre

como si no existiera.


Ella decía su nombre, con esa coletilla de posguerra:

"Para servirle a Dios y a usted"

¿Quién le serviría a ella - me pregunto-

cuando apretaba la pena?

¿Quién le daría consuelo en este mundo

de hambre y de miseria?



miércoles, 18 de septiembre de 2024

LA NOCHE


Hay demasiada noche en este bosque;

Hay amos que deciden

esclavos que obedecen,

hay mucho lobo hambriento

con hambre de siglos

y nunca entra la luz entre los pinos.

No entra la poesía,

no caben las palabras

tan sólo existe el miedo

a que el temible lobo

acuda a nuestra puerta.

Hay demasiada noche en este bosque

y no hay nadie que se atreva

a subirse a los árboles

para cortar de una vez las ramas

que evitan que el sol

nos dé algo de calor

y nos abrace.

 

Inma Diez

 

martes, 10 de septiembre de 2024

INFANCIA

 ¿Recuerdas cuando la tarde

exhalaba su ritual de colores

y nos balanceada

con sus ligeros brazos?


¿Recuerdas el canto sonoro de las hojas

medidas por el viento

y el sol declinando

entre los tejados

de aquél pequeño pueblo de Castilla?


No sé por qué hoy me llegan

Los rumores antiguos

tu sonrisa leve y radiante

bailando entre los chopos,

tus manos suaves extendidas al cielo

queriendo cazar nubes.


¿Recuerdas cuando los días eran sencillos

y el frío de las calles

aún no había hecho nido en nuestro pecho?


Inma Diez

LA VIDA ES ESPUELA

 Hace tanto, que no lo recuerdo, 

no sé si fue invierno cuando descubrí 

que cederle la mano a la noche

siempre es un derroche, sin un porvenir.


Que el reproche no sirve de nada

que de esta estocada también sanaré;

Que hay pañales envueltos en sedas

y es preciso pisar las arenas

movedizas, lamiendo mis pies.


Que la luna no es puente o cadena

la vida es espuela y el viento alacrán

que se empeña en mostrarme de lejos

el crudo reflejo de los que se van.


Transitando el aquí y el ahora

ya no me conformo con migas de pan,

que la suerte está echada en la huida

que en el fondo fui siempre un suicida

besando la boca de la soledad.


Inma Diez





















NOS SOBRÓ EL MIEDO

Y ahora llegas tú, cuando el sol ya se ha ido
y yo he limpiado el suelo, los mocos de los niños
y he puesto maquillaje al ojo golpeado.
Bailan las llaves en la puerta y sólo siento miedo.
Tiemblo al ritmo de las llaves y elevo una plegaria al infinito.

Espero...
Espero a ver tu cara, si vienes a ignorarme o a elegirme,
víctima una vez más de tus derrotas.
He parido a tus hijos y os he cuidado a todos,
he olvidado que existo en esta cárcel sin barrotes,

"¿Qué te falta mujer?" me escupes en la cara
y no sé responder lo que me falta,
más bien podría contar lo que me sobra.
Me sobran los insultos, los desdenes
me sobra cada golpe sobre el alma,
me sobran tus silencios despectivos
las marcas de mi piel, noches en blanco
las lágrimas que guardo en las entrañas,
cuando entras en mí, sin mi permiso
cuando soy el juguete que desgarras.

Y llegas tú, cargado de veneno
y me clavo las uñas en las palmas.
Los niños hace rato se han dormido
para que no molesten mientras cenas,
para que no molesten mientras hablas
y viertas tu maldad y tu locura
sobre sus almas blancas.

"¿Qué te falta mujer?" me escupes en la cara
nunca faltó el pan en esta casa.
Apenas en murmullo te contesto:
"Nunca nos faltó el pan, pero nos sobró el miedo".

LA LEVE CAÍDA

 ¿Quién hubiera pensado

que la leve caída de una hoja

causaría tanto estruendo?

Que siempre llegan los otoños

y detrás los inviernos 

con sus cuchillos de lluvia

dejando un boquete inmenso

en la raíz del árbol. 


¡Quién  pudiera regresar a tus ramas!

Contemplar nuestro árbol intacto

sin el paso implacable de los años

sin la trampa de la vida que se escapa

entre dedos y rutas sinuosas.


¡Quién pudiera volver

Al hambriento deseo del niño

de devorar su infancia,

a la fuente del pueblo,

a tus manos abiertas

dispuestas al abrazo!


Quién pudiera ser eternamente infante,

escuchar el futuro en canciones del aire

y reír sin motivos y llorar de la risa

cuando el miedo y la prisa no comían las entrañas,

cuando el único credo era el verbo en los ojos

y la búsqueda extraña de la exacta palabra.


¿Quién iba a decir entonces que el infinito acaba?

Que se muere un poema quemando en la garganta

y que los ríos desembocan en mis ojos,

que todo el océano se alberga en una lágrima?


¿Quién hubiera pensado

que la leve caída de una hoja

causaría tanto estruendo?


Inma Diez